En el crecimiento personal igual que otros muchos aspectos de la vida, todos hemos vividos los momentos “Eureka”. Esos segundos en los que la mente conecta los cables de forma que vemos la luz. La luz puede ser una solución a nuestros problemas o una nueva herramienta o forma de ver algo que hasta ahora no entendíamos.
Esos maravillosos momentos de euforia, en el crecimiento personal, pueden ser el aprender una nueva herramienta, el entender por qué reaccionamos de una forma a algún evento externo o simplemente el entendernos a nosotros mismos un poco más.
Y tras la euforia, llega el sentimiento de que de ahora en adelante las cosas van a ser muy diferentes, de que con esa nueva herramienta/técnica/teoría, ya nunca más vamos a volver a las viejas reacciones impulsivas, a los mismos miedos o a la misma oscuridad. Podemos vivir en esa nube unos días pero sean muchos o pocos, siempre volvemos a donde estábamos antes.
El conocer el tema (herramienta/teoría/lo que sea) no nos hace ser capaces de implementarla en nuestra vida de una forma estable y regular. Por mucho interés que haya sembrado en nosotros, no somos capaces de que forma parte de nosotros. Y ahí podemos pasar por la frustración, por el desánimo de pensar que da igual lo que avancemos en nuestro trabajo interior que siempre nos comportaremos como no queremos, cómo si el destino nos hubiera atado de por vida a ser lo que somos, sin esperanza de cambio.
Pero la realidad es que sí que avanzamos y avanzamos mucho con todos lo que vamos descubriendo, porque solo nos falta un paso más en la fórmula mágica.
Siempre que queramos incorporar algo en nuestra vida, no nos queda otro remedio que implementarlo primero de una forma artificial. Y por artificial quiero decir cualquier cosa que nos recuerde que queremos hacer/ser, sin esperar a que surja de una forma natural. De igual forma que cualquier otro hábito que queremos incorporar requiere recordatorios (si nuestros padres no nos hubieran repetido que hay que lavarse los dientes antes de dormir, hoy no lo harías de una forma automática), este nuevo comportamiento requiere de entrenamiento. Alarmas, anclas o cualquier cosa que nos recuerde cómo queremos ser, valdrá. Por ej. si quiero vivir de forma consciente en lugar de dejar pasar los días con el piloto automático, puedo hacer sonar la alarma en el móvil 5 veces al día, para respirar conscientemente y sentir el mundo a mi alrededor. Si no soy capaz de hacer meditación de forma regular 10 min al día por mi cuenta, unirme a un grupo diario (con hora y sitio fijo) funcionará. Si cuando alguien me habla de un tema, no puedo evitar saltar (reacción emocional impulsiva), puedo recordar (o pedir a alguien que me recuerde) el no contestar a nada relacionado con ese tema, antes de contar hasta 10.
De esta forma seremos capaces de incorporar mediante hábitos, las herramientas que me ayudan a avanzar en nuestro crecimiento, para lograr ser todos los días un paso más la persona que queremos ser.