Hay un mito griego que cuenta que al principio de los tiempos los dioses y los humanos vivíamos al mismo tiempo en el mundo. Los humanos teníamos entonces 2 cabezas, 4 brazos y 4 piernas. Parece ser que llegó un momento en el que nos hicimos muy poderosos y los dioses para poder controlarnos nos cortaron por la mitad. Por eso. hoy solo tenemos 1 cabeza, 2 brazos y 2 piernas. Desde entonces el único objetivo de nuestra existencia es encontrar nuestra otra mitad para volver a ser ese todo que un día fuimos y volviendo a ser completos, seremos felices.
Aunque nunca antes me había encontrado con esta historia, está claro que se encuentra en la base de la mentalidad emocional humana. A veces me parece que el mundo sólo está hecho para hacer las cosas en pareja y el amor romántico es el gran “vendedor” del mundo capitalista. Aún con el auge de los “singles” herederos directos de la moda “gay” anterior como público objetivo de marketing empresarial, el mundo nos chilla constantemente que solo existen 2 estados: o bien estamos en pareja o debemos de estar buscando pareja.
Y la verdad es que, sin querer, aparenta ser la opción más natural para el ser humano el compartir nuestra existencia con alguien (además de que resulta mucho más fácil pagar la hipoteca). Con el agravante de que estar enamorados, dure lo que dure, se considera uno de las experiencias humanas más elevadas.
La pregunta cómo muchas otras veces no es si realmente se es más o menos feliz en pareja porque los estudios demuestran que las personas encuentran su felicidad de formas muy diferentes. La pregunta importante, es que la clave de nuestra felicidad no es tanto si somos más o menos felices en pareja, sino porqué lo hacemos. Buscar al otro, cómo una mitad de mi, le obliga a tener que hacerme feliz y es ahí donde el castillo de naipes de desmorona. La otra persona también ha puesto sus esperanzas en nosotros, y ambos somos incapaces de hacer felices al otro. Solo si somos capaces de hacernos felices a nosotros mismo, seremos felices. Nadie más puede hacerlo.
Y después de hacernos a nosotros mismos personas felices, decidiremos, si es eso lo que queremos, buscar a otra persona para compartir nuestra vida. Pero esa otra persona, no nos completará, sino que será una persona también completa en si misma que compartirá su vida con nosotros.
Los dioses ganaron, pero no porque lograran partirnos por la mitad, sino porque escondieron la verdadera felicidad dentro de nosotros y nos hicieron creer que está fuera.